jueves, 28 de abril de 2011

Mefistofele de Boito en Les Arts


No me gustan las versiones concierto, vaya por delante. La escena es un porcentaje importante de la totalidad de la obra de la misma forma que la interpretación es una parte importante del canto operístico, y eso sólo se puede apreciar de verdad en una función escenificada. A punto estuvo este factor, junto al pésimo sonido del auditorio en el que se representó este Mefistofele y el elevado precio de las entradas con buena sonoridad, de dejarme en casa. Pero al final hubo otro factor que pesó más, el hecho de que la obra representada fuese una de mis favoritas y de que es poco probable que vuelva a tener la ocasión de escucharla en directo, mucho menos acompañada por una puesta en escena. Al menos en el previsible futuro de Traviatas, Toscas, Butterflies y demás que se cierne sobre Les Arts.

Mefistofele es, como ya he dicho, una obra por la que siento una especial debilidad. Se trata de una obra irregular, con momentos muy bellos y otros más vulgares, que combina el efectismo con la delicadeza, el canto exaltado con el recogimiento, todo ello tomando como base un libreto que, debido a la sustanciosa mutilación a la que le sometió el autor después del fracaso de su estreno, presenta las diferentes escenas como cuadros inconexos y dificilmente comprensibles para quien no tenga un conocimiento previo de la historia de Fausto. Quizá por esto sea una obra que se adecua especialmente a las versiones concierto, como también lo hace otra de mis obras favoritas de similar temática, La damnation de Faust de Berlioz.

El primer requisito para que una representación de Mefistofele sea exitosa es contar con una buena orquesta y un buen coro, algo que daba por descontado, aunque con la duda de cómo respondería la Orquestra de la Comunitat Valenciana a las órdenes del director Nicola Luisotti. Afortunadamente, lo hizo muy bien. Luisotti es un director enérgico (sin llegar a la exageración del futuro titular de la orquesta) pero de gesto claro, que supo encontrar en todo momento el tempo adecuado y jugó con las dinámicas a la perfección. Se le veía contento con el sonido que estaba extrayendo de la orquesta, disfrutando en el podio y entregándose. Me gustó mucho su labor, ojalá vuelva a vérsele más a menudo por Les Arts. Como única pega, un exceso de decibelios en el prólogo y el primer acto que corrigió rápidamente y al que sólo volvió al final del epílogo, en un final espectacular en el que el pobre Abdrazakov quedó tapado por completo.

El Cor de la Generalitat Valenciana, estupendo en toda la obra, fue quien se encargó de poner esos decibelios extra, algo de lo que hay que culpar a Luisotti y no a ellos, pues demostraron sobradamente que saben cantar tan bien en fortissimo como en pianissimo y en toda la gama intermedia. Supongo que Luisotti pensó que, con un coro tan bueno, quién necesita solistas. Y la verdad, no le culpo. Algo menos me gustó la Escolania de la Mare de Déu dels Desamparats, cuya intervención, también hay que decirlo, es posiblemente lo más flojo de la partitura.

Pasando a los solistas, tenía miedo de que tanto el bajo como el tenor elegidos para los papeles principales fuesen poco adecuados por tratarse de voces pequeñas, especializadas en repertorio belcantista, que se enfrentan a una obra con una orquestación densa y una línea de canto más cercana al último Verdi o al primer Puccini que a Donizetti y similares. Algo de razón tenían mis sospechas. Sobre las sopranos, dado que no conocía a ninguna de las dos, podía esperarse tanto lo mejor como lo peor, que de todo nos ha traído Helga, y esta vez nos trajo una de cada.

Ildar Abdrazakov es un buen bajo, elegante y buen fraseador, pero no es voz para Mefistofele, pues este papel requiere un volumen y una rotundidad, sobre todo en los graves, que le son completamente ajenos. De hecho, intentando sonar como el bajo que no es, falseó con frecuencia su registro medio y grave, lo que restaba belleza y credibilidad a su canto. Aún así, su actuación fue muy buena y en los fragmentos en los que se encontraba más cómodo y en los que no tenía que luchar contra el volumen de la orquesta demostró ser un muy buen cantante. Me gustaría volver a escucharlo en un papel en el que se encontrase más cómodo, como en el Moïse et Pharaon de Rossini que va a cantar en Roma bajo la batuta de Riccardo Muti. También va a cantar el Procida de I vespri siciliani en Turín, papel que tampoco me parece el más indicado para su voz.

Ramón Vargas cuenta con el mismo handicap que Abdrazakov, pues se trata de un lírico-ligero cantando un papel compuesto para un lírico pleno; uno que, además pueda hacerse oir por encima de la orquesta. Como ya dije cuando comenté su reciente Nemorino de L'Elissir d'Amore, su voz ya no es la de hace años, ha perdido brillo y facilidad para los agudos, pero el arte sigue estando ahí. Empezó bastante flojo, incómodo y demasiado precavido en Dai campi, dai prati. El fraseo se resentía y los agudos parecían costarle y cuando salían estaban estrangulados. Sin embargo, todo mejoró a partir del segundo acto y sus dúos con Margherita y Helena fueron muy buenos. Cerró la obra mucho más cómodo y entregado, cantando muy bien el aria Giunto sul passo estremo. Aún así, el de Fausto es un papel que excede las posibilidades de su voz.

El papel de Margherita corrió a cargo de la soprano canadiense Yannick-Muriel Noah, una joven y desconocida cantante que me gustó bastante y me dejó con ganas de volver a escucharla. Su voz, a diferencia de las de sus partenaires masculinos, sí es adecuada para el papel que interpretó. Se trata de una voz ancha, con mucho cuerpo, pastosa y oscura aunque algo entubada, algo habitual en cantantes negras, no sé si por escuela o por genética. A mí me suelen gustar este tipo de voces, lo que posiblemente me predispuso en cuanto abrió la boca a disfrutar con su canto y así lo hice. En su aria L'altra notte in fondo al mare estuvo muy expresiva y demostró ser capaz de matizar y tener un buen control del fiato. No hizo los trinos, pero ¿quién los hace? Ah, sí, la Callas. Y la Caballé, vale. Bueno, reestructuramos la frase: No hizo los trinos, pero la Tebaldi tampoco los hacía y no pasaba nada.

La venezolana Lucrezia García cantó el papel de Helena demostrando que va sobrada de voz. Va tan sobrada que tiene dos, totalmente desconectadas entre sí. Y aparte del volumen, no pude encontrar en ninguna de ellas muchos aspectos destacables. Correcta pero poco expresiva, sacó adelante su papel y ya está.

Maria Luisa Corbacho y Javier Agulló, secundarios habituales en Les Arts, cantaron sin problemas sus breves dobles papeles de Marta y Pantalis y de Wagner y Nereo respectivamente.

Se me olvidaba comentar que durante toda la representación hubo un obvio pero interesante juego de luces (azul para los coros celestiales, rojo para Mefistofele) que ayudó a ambientar la escena, y que cada vez que cantaban las falanges celestes alguien tuvo la idea de introducir sonidos pregrabados de truenos, en plan Culshaw en el Ring de Solti. Cuando sonó la primera vez, y estando yo sentado como estaba al lado de un altavoz, dí tal bote en mi butaca que creía que me iban a tener que bajar del techo con una carretilla elevadora. Pero pese a los rayos y truenos, fue una gran noche de ópera. Eso sí, habrá que ver qué títulos propone Helga para futuras versiones en concierto, porque o son muy de mi agrado o a mí en ese auditorio de pésima sonoridad no me vuelven a ver el pelo.

PS: Para Assai, que me comentó que no conocía el DVD de Mefistofele con Samuel Ramey y la producción de Carsen (¡imprescindible!), he encontrado la obra entera con subtítulos en español en Youtube. Aquí tienes el primero de los doce vídeos en los que está dividida.


Vídeo de MrMosquiz

jueves, 21 de abril de 2011

Carlosaurio: the mockumentary short


Ya sé que un horror tan grande como su puesta en escena de Carmen en Les Arts es difícil de perdonar, pero después de haberse prestado a esto, tenemos que admitir que Carlos Saura es un grande.

Carlosaurio (w/ English subtitles) from vicisitud y sordidez on Vimeo.

sábado, 9 de abril de 2011

Aprile


APRILE - Francesco Paolo Tosti

Non senti tu ne l'aria
il profumo che spande Primavera?
Non senti tu ne l'anima
il suon de nova voce lusinghiera?
È l'April! È la stagion d'amore!
Deh! vieni, o mia gentil su' prati'n fiore!

Il piè trarrai fra mammole,
avrai su'l petto rose e cilestrine,
e le farfalle candide
t'aleggeranno intorno al nero crine.
È l'April! È la stagion d'amore!
Deh! vieni, o mia gentil su' prati'n fiore!


Vídeo de alechorseman


Vídeo de CurzonRoad


Vídeo de musicanth


Vídeo de dphmichigan


Vídeo de columbus79


Vídeo de C1r5a19


Vídeo de RADAMES1983


Vídeo de Stimmritzenprotz


Vídeo de tenorisimo1975

lunes, 4 de abril de 2011

L'elisir d'amore en la playa

Ayer asistí a la cuarta de las funciones de L'elisir d'amore en el Palau de les Arts y debo decir que salí contento, algo que aún no me había pasado esta temporada. No fue una noche perfecta, no es tampoco un título que me apasione, pero me divertí y tuve la oportunidad de disfrutar con un gran cantante como es Ramón Vargas.

Hay cierta división de opiniones entre los aficionados que han asistido a estas funciones y creo que el motivo principal de tal disparidad está más en la puesta en escena de Damiano Michieletto que en lo musical. Se trata de una coproducción entre el Palau de les Arts y el Teatro Real que ha visto la luz por primera vez en estas funciones y cuya idea principal consiste en trasladar la acción a una playa de nuestra época, transformando a Nemorino en un socorrista, a Adina en la dueña de un chiringuito, a Belcore en un marino de permiso y a Dulcamara (y esto ha sido lo más polémico) en un camello. Tenía mis reservas sobre esto último, es un tema delicado y no sabía si Michieletto lo habría sabido manejar adecuadamente, pero lo cierto es que me convenció, y una gran mayoría del público pareció incluso simpatizar más con Dulcamara que con los otros personajes. En conjunto, mi opinión es que la actualización playera es todo un acierto, pues sigue siendo un paisaje tan costumbrista como el original pero mucho más dinámico y divertido para el público actual. Y es que para tragarse un Elisir con una escenografía fiel al libreto a estas alturas hay que tener voluntad. Además, la publicidad que se hace de tres marcas comerciales presentes en la escenografía supongo que habrá generado ciertos ingresos que no vendrán nada mal.
Dicen quienes asistieron a las primeras representaciones que a Omer Meir Wellber se le fue un poco la mano con las dinámicas, pero ayer estuvo muy controlado y no salió de una eficiente corrección, impersonal y sin demasiada chispa, pero corrección al fin y al cabo. La orquesta volvió a lucir su sonido impecable y el coro volvió a destacar por su calidad, además de por lo bien que actuaron en una puesta en escena que los mantiene casi siempre en escena.

Entre los solistas, el mejor con diferencia fue el tenor mexicano Ramón Vargas, un cantante elegante, con buen gusto y un técnica sólida. Su voz, antaño brillante y de gran belleza, se ha tornado opaca y ha perdido parte de su atractivo, algo normal en un cantante con treinta años de carrera a sus espaldas. Este deterioro, nada alarmante pero incuestionable, fue especialmente notorio durante sus primeras intervenciones, pero a medida que avanzaba la obra la voz de Vargas iba calentándose y ganando en presencia y calidad. Sin embargo, no fue su voz sino su arte lo que disfrutamos más ayer, especialmente en la famosa Una furtiva lagrima, que cantó de forma exquisita, recreándose con unos reguladores y un alarde de fiato de primer nivel. En la faceta actoral, Vargas estuvo muy entregado, componiendo un Nemorino ingenuo pero sin caer en la caricatura.

Por contra, Aleksandra Kurzak no me gustó como Adina. Quizá esperaba algo más, dado que para muchos es una de las promesas más firmes del belcantismo, pero lo cierto es que no me gustó ni su voz, con un timbre agrio en los agudos y sin graves, ni cómo resolvió las agilidades, ni me pareció que destacara por nada en su interpretación. No se si tuvo un mal día o es que no supe apreciar los detalles que han gustado a otros oyentes, pero me pareció una cantante de lo más normalito.

Ilona Mataradze me gustó más en su breve intervención como Gianetta. Tiene una voz bonita y que corre adecuadamente y estuvo muy metida en su papel.

Fabio Capitanucci lució una voz de barítono sana y joven y también se involucró mucho en su actuación como Belcore, pero se echó en falta algo más de imaginación en el fraseo.

Y por último, Erwin Schrott, ya un habitual del Palau de les Arts, demostró una vez más con su Dulcamara la calidad de su voz, grande y bien proyectada, y lo mal que la utiliza a causa de su mal gusto como intérprete. Histriónico hasta lo desagradable, sobreactuado, perdiendo la impostación cada dos por tres en busca de efectos supuestamente cómicos que desestabilizaban la linea de canto hasta hacerla casi irrecinocible (se cargó la barcarola del segundo acto él solito, mientras la pobre Kurzak intentaba cantarla como se debe), uno no puede dejar de lamentar que una voz de calidad se use de esa forma. Sin embargo, el público le aplaudió a rabiar, casi tanto como a Vargas, lo cual me hace ser muy pesimista sobre el futuro de la interpretación operística. Ojalá Schrott acabe topándose con un director musical que lo meta en cintura, pues los cantantes con tendencia al desmelene suelen necesitar de un director fuerte que los frene (como Mario del Monaco con Mitropoulos o Karajan, que lo llevaban atado en corto y le sacaron sus mejores interpretaciones). Si alguna vez algún teatro reuniese al Dulcamara de Schrott y al Nemorino de Villazón en un mismo Elisir, tiemblo solo de pensar lo que podría pasar.