lunes, 21 de noviembre de 2011

Boris Godunov en Les Arts


No hay ópera más apropiada para una noche electoral, especialmente si esta nos deja una mayoría absolutísima con aclamación popular, que Borís Godunov, y quiso el destino que fuera esta la obra programada para ayer en el Palau de les Arts. Hay que decir que la versión elegida fue la original de 1869, a la que misteriosamente se le ha añadido la escena del bosque de Kromy pero no el acto polaco. La quinta de las seis funciones de esta obra tuvo tanto éxito como las anteriores, a pesar de verse marcada por la cancelación a última hora del director titular de la Orquestra de la Generalitat Valenciana, Omer Meir Wellber, a causa de una indisposición. Su asistente, Carlo Goldstein, tuvo que enfrentarse a la partitura de Modest Músorgski, lo cual no es tarea fácil, y el resultado fue muy bueno. Los miembros de la orquesta supieron agradecer su esfuerzo con numerosas muestras de cariño. No puedo comparar la labor de Goldstein con la de Wellber (quienes pueden apuntan a que éste último tiene más tendencia a subir el volumen orquestal), ni sé hasta qué punto lo que se escuchó es mérito de Wellber o de Goldstein, sólo puedo congratularme de que la orquesta siga sonando tan bien como en temporadas anteriores, lo que la sitúa muy por delante de cualquier orquesta a muchos kilómetros a la redonda.

Si es destacable el nivel de la orquesta, qué decir del Cor de la Generalitat Valenciana, que tiene en esta ópera una gran oportunidad para lucirse, pues a las exigencias musicales se suma el protagonismo del pueblo ruso al que representan en la trama de la obra. En todos los aspectos, en lo canoro y en lo actoral, supieron dar la talla y se conviertieron en los principales artífices del éxito de la obra. Muy bien también la Escolania de la Mare de Déu dels Desamparats y los Pequeños Cantores de Valencia.


De entre los cantantes solistas, cabe destacar a Orlín Anastassov, jóven bajo-barítono búlgaro que carece de una voz atronadora de auténtico bajo pero que sabe sacar partido a su material, bello aunque excesivamente baritonal, y a pesar de unos graves resueltos de aquella manera, dota al personaje protagonista de los matices necesarios para crear una figura patética. Quizá por la adecuación idiomática, quizá porque va madurando y mejorando, es esta con mucho la mejor de las interpretaciones que le hemos visto en Les Arts y probablemente sea difícil hoy por hoy encontrar quien pueda hacerle sombra en este papel.

También me gustó mucho Vladímir Matorin como Varlaam, pues a pesar de la edad y de utilizar todos los trucos del mundo, la suya fue la única voz de bajo eslavo, profundo y oscuro, que se oyó en Les Arts ayer. A esto se le suma una excelente interpretación de Varlaam, un personaje que le viene como anillo al dedo y del que sabe sacar todo su jugo sin caer en la caricatura ni en lo grotesco.

Nikolai Schukoff, un tenor con un futuro prometedor, cantó muy bien el papel de Grigori, aunque la ausencia del acto polaco nos privó de lo que podría haber sido su momento de lucimiento. A destacar también la Xenia de Ilona Mataradze, que cantó muy bien su breve intervención.

Me gustó menos el Pimen de Alexánder Morozov, correcto aunque intrascendente. La voz de Morozov es en exceso lírica, al igual que la de Anastassov, pero no comparte ni la belleza tímbrica ni la capacidad de frasear del búlgaro. Tampoco Arnold Bezuyen pasó de la corrección en el papel de Shúyski, aunque hemos de reconocer que es un papel difícil y que alcanzar la corrección ya es un logro.

Desgraciadamente, Andréi Zorin no supo sacar partido del papel del idiota ("demente", según el librito que se reparte en el Palau de les Arts), un personaje importantísimo en el devenir de la obra, al que no supo dotar de la entidad suficiente. Lo cierto es que no es la suya una voz con la que se puedan hacer grandes cosas y además se vió perjudicado por la absurda decisión del director de escena de convertir en ciego a su personaje, lo que impide que pueda mirar a los ojos del zar cuando le dice lo que todos piensan y sólo él, desde su locura, se atreve a pronunciar.

Todos los papeles menores, que son muchos, fueron cantados con corrección, aunque poco se puede decir de sus breves intervenciones. Eso sí, hay que destacar el acierto de elegir a un niño para cantar el papel de Fiódor, el hijo y heredero de Borís, pues su presencia sobre las tablas añade credibilidad a las escenas en las que interviene y nos ayuda a entender la angustia de su padre en la última escena, cuando le cede un poder que excede la capacidad de un niño y que, bien lo sabe, puede costarle la vida (como de hecho ocurrió unos años más tarde).


Por último, la puesta en escena de Andréi Konchalovski fue un acierto en su conjunto, con pequeños detalles positivos y alguno negativo aquí y allá que no empañan el resultado global. Está basada en el ya habitual concepto de escenario minimalista y atemporal junto con vestuario tradicional y preciosista que parece contentar a todo el mundo (el mismo que, sin salir de Les Arts, vimos en el Fidelio de Pier'Alli, el Simon Boccanegra de Lluís Pasqual, el Don Carlo de Graham Vick...). Una pared monocroma y un plano inclinado (en realidad una plataforma móvil que va basculando por segmentos durante la obra, muchas veces durante las escenas, lo que no deja de ser un espectáculo) componen la base sobre la que, a partir de determinados detalles, hemos de imaginarnos el monasterio de Novodévichi, la plaza del Kremlin, el palacio del Zar... Algunos de estos detalles ambientales son un acierto (el ojo del icono que observa a Borís cuando dice que su crimen nunca podrá ser perdonado, la caída del trono cuando muere); otros resultan insuficientes (ni la posada parece una posada, ni el bosque de Kromy parece un bosque) y otros son hasta ridículos (la cámara de torturas que aparece durante unos segundos bajo el trono de Borís, la lámpara votiva/botafumeiro/brasero volador durante la escena del bosque, cuando un bosque no es lugar para lámparas, botafumeiros ni braseros voladores). Como ya he dicho, no me gustó la caracterización del idiota como ciego, pero sí me gustó la de Shúyski y la de Fiódor, pues se ayuda al espectador a reconocer al conspirador y a su futura víctima.

En resumen, una buena función con un nivel medio muy alto y que marca la línea que debería seguir el Palau de les Arts en tiempos de crisis: repartos correctos con nombres discretos para abaratar costes y máximo aprovechamiento de los cuerpos estables con obras que permitan su lucimiento.

jueves, 17 de noviembre de 2011

Boris Godunov sintetizado por Stokowski


Leopold Stokowski fue un gran director, un revolucionario en la técnica de dirección (sin batuta) y el creador de lo que se ha dado en llamar el "sonido Filadelfia" (debido a la que fue su orquesta durante veinticinco años, la Philadelphia Orchestra). Además de todo eso, es conocida su labor como orquestador, arreglista y transcriptor de piezas de otros compositores. Los historicistas recordarán con horror sus versiones anabolizadas de obras de Bach, y los wagnerianos sus síntesis sinfónicas de Parsifal, el Anillo y otras óperas, en las que las voces eran sustituidas por las cuerdas o por instrumentos solistas. Pues bien, no fue solo Wagner quien le proporcionó material para sus síntesis, también la ópera Boris Godunov de Modest Músorgski fue sintetizada por el director británico-estadounidense.

Stokowski era un experto orquestador y conocía bien la obra de Músorgski (había dirigido el estreno de Boris Godunov en los EEUU y compuesto orquestaciones propias para Noche en el Monte Pelado y Cuadros de una exposición) y aunque estos pastiches no son algo que me apasione, lo cierto es que la orquestación es buena, el sonido espectacular y la dirección muy teatral. En resumen, que vale la pena escuchar la síntesis e ir descubriendo las melodías de la escena de la coronación, la canción de Varlaam, la muerte de Boris... mientras gozamos del "sonido Filadelfia".


Vídeo de 2ndviolinist

jueves, 10 de noviembre de 2011

George London canta la muerte de Boris Godunov

Buscando distintas interpretaciones de la ópera Boris Godunov de Músorgski para preparar mi próxima visita al Palau de les Arts me he encontrado con un vídeo en el que el bajo-barítono canadiense George London cantaba la escena de la muerte de Boris en inglés. London es un cantante que me gusta mucho, pero Boris Godunov en inglés suena raro, rarísimo. Las frases parecen metidas con calzador, y aunque es curioso lo que se siente al entender lo que está cantando (a destacar su excelente dicción), las piezas no acaban de encajar. Si queréis comprobarlo, AQUÍ podéis ver el vídeo en cuestión.

Escuchándolo, uno no puede dejar de lamentar que no esté cantando la escena en ruso. Al fin y al cabo, George London era hijo de judíos rusos exiliados y algo de ruso sabría, supongo. Afortunadamente, una búsqueda rápida me ha llevado al siguiente vídeo, que os dejo aquí para que disfrutéis tanto como yo lo he hecho con la voz y la interpretación de George London. Es impresionante la intensidad que es capaz de transmitir a pesar de ser una escena suelta interpretada como parte de un concierto. Dirige la orquesta, muy bien, por cierto, Jean Morel.


Vídeo de TheGreatPerformers