domingo, 28 de junio de 2009

Siegfried (ciclo II) en Les Arts


La de ayer fue una de las mejores noches de ópera que se recuerdan en la breve historia del Palau de les Arts, una de esas noches en las que todo, cantantes, orquesta y escena, está a una gran altura y se integra en la búsqueda de algo tan wagneriano como es el ideal (inalcanzable, como todos los ideales) de obra de arte total.

Siegfried es quizá la más difícil de llevar a cabo de entre las óperas que forman el ciclo del Anillo wagneriano, y eso se debe a que para hacerlo de forma correcta hay que encontrar un tenor que sea capaz de afrontar el reto que supone canta el papel que da nombre a la ópera, un papel agotador que exige una fuerza física y una resistencia que muy pocos tienen. Hay tenores que cumplen estos requisitos pero descuidan el fraseo, las dinámicas, las regulaciones... el canto, al fin y al cabo. Y un cantante que descuida el canto es del todo inaceptable, por mucho que sus características físicas sean excepcionales. Otros cantantes intentan cantar el papel sin tener la voz adecuada, algo que les impide demostrar lo buenos cantantes que son, bastante ocupados están intentando hacerse oír por encima de una orquesta que les sobrepasa. Este es el caso de Leonid Zakhozhaev, quien cantara el papel el año pasado en Les Arts, un cantante de bella voz pero que se enfrentaba a un papel que le excedía. El resultado fue, parafraseando al gran Mario del Monaco, Nemorino en el Nibelheim. No es de extrañar que para la grabación que se comercializará en DVD se haya optado por el Siegfried de Lance Ryan, cuya voz no es tan bonita como la del ruso (de hecho, no es nada bonita) pero que canta el papel sobrado de energía, sin amilanarse en ningún momento y acaba cerrando la ópera con un magnífico dúo en el que demuestra estar tan fresco como en el primer acto. Mi opinión acerca de Ryan ha mejorado mucho respecto a la que me formé tras el reciente Götterdämmerung. Ayer fraseó con gusto, prestó atención a las dinámicas (sobre todo en una delicada evocación de la madre plagada de pianísimos), se impuso sin dificultad a la orquesta con unos agudos potentes pero nunca gritados y además se metió en el personaje del joven héroe desde el primer minuto hasta el último. ¿Qué más se puede pedir? Pues se podría pedir un sonido menos nasal, aunque no sé hasta qué punto ese sonido dependerá de su técnica o de su naturaleza, en cuyo caso no se podría solucionar (ni falta que hace, grandes cantantes han tenido voces más feas, pensemos en Vickers sin ir más lejos). También se podría pedir una mejora en su pronunciación, que en muchos aspectos deja claro su origen anglófono. Esto sí se puede mejorar y no me cabe duda de que lo hará a medida que adquiera experiencia.


Jennifer Wilson, como ya he dejado claro en diversas ocasiones, es mi debilidad. De todas las veces que la he escuchado, hasta ahora me quedaba con las dos Die Walküre, la de hace dos años y la del pasado miércoles. Pues bien, ayer se superó. Aunque su intervención sea más breve que en las otras dos óperas en las que aparece su personaje, Wilson aprovechó al cien por cien su media hora en escena para meterse al público en el bolsillo con una exhibición de canto en la que deja claro que tiene un instrumento privilegiado y que sabe usarlo para cantar estupendamente. Se me ocurren muchos casos de cantantes, de todo tipo de repertorio, que tienen una de estas dos cosas. Que tengan las dos, muchos menos. Que además puedan cantar un papel tan exigente como el de Brünnhilde, me sobran dedos en una mano. Además, tras las múltiples críticas a su implicación dramática, ayer no le quité el ojo de encima desde que salió a escena montada en su paella gigante y qué queréis que os diga, a mí me basta y me sobra con su actuación, no la encontré deficiente ni mucho menos.

Como Caminante Juha Uusitalo sigue dando muestras de su clase y de lo mucho que ha mejorado en estos años. Su Wotan es más humano que divino, quizá por la falta de rotundidad de su voz que le impide imponerse a la orquesta en determinados momentos. Es en los pasajes más introspectivos donde se encuentra más a gusto, dejando ver una concepción del personaje de gran complejidad psicológica. Precisamente por eso me gustó más en Die Walküre, donde la partitura le da más ocasiones para lucirse.

Gerhard Siegel cantó un Mime muy caricaturesco, lo que no gusta a todo el mundo. A mí, particularmente, sí me gusta cuando se hace bien (y Siegel lo hizo bien) porque recalca el contraste entre el charaktertenor y el heldentenor, entre el enano mezquino y el jóven héroe. Muy buena también su actuación escénica, sobre todo en su encuentro con el correcto Alberich de Franz-Josef Kapellmann en el segundo acto.

Las breves intervenciones de Fafner (Stephen Milling) y el pájaro del bosque (Marina Zyatkova) no desentonaron dentro del elevado nivel que imponían los cantantes principales. Tampoco lo hizo la Erda de Daniela Denschlag, aunque hubiese sido preferible un registro grave más rotundo.


Zubin Mehta siguió en su línea presentándonos un Wagner que fluye sin estridencias, sin aristas, aprovechando al máximo la sonoridad de la excelente Orquestra de la Comunitat Valenciana. El año pasado lamenté la excesiva suavidad con la que enfocó la impactante escena de la fragua, achacándolo a la voluntad del maestro de no sepultar al pobre Zakhozhaev que se las veía y se las deseaba para dar las notas. Ayer, sin embargo, volvió a optar por una fragua suave y contenida, a pesar de tener en escena a un Ryan sobrado de facultades y capaz de superar el muro orquestal sin problemas. Supongo que en su concepción general de la obra no encaja una escena excesivamente explosiva, pero lamento que sea así porque es este un pasaje que invita a perder los papeles y entregarse al exceso sonoro. Esto es lo único que se puede achacar a una dirección que en todo el resto de la obra exprimió la partitura y sacó lo mejor de los pasajes orquestales (excepcionales murmullos del bosque) sin desatender nunca a los cantantes durante todas sus intervenciones.

La puesta en escena de Carlus Padrissa y La Fura del Baus me pareció más acertada que el año pasado, no sé si debido a los cambios introducidos o a que ayer estaba más abierto a la propuesta que hace un año. Sigue habiendo cosas que no me gustan, como la fila de figurantes de la escena de la fragua con sus inevitables errores de coordinación al seguir el ritmo de los martillazos, a la que se ha añadido un bailarín de break dance que o no estaba el año pasado o había sido pasto de mi amnesia selectiva, pero en todo caso no pinta nada en la escena. Pero en general creo que la puesta en escena es todo un acierto y espero ansioso su edición en DVD para poder deleitarme una y otra vez con su visionado.

jueves, 25 de junio de 2009

Die Walküre (ciclo II) en el Palau de les Arts


Sí, ya sé que dije que no podría asistir a ninguna de las funciones del ciclo del anillo, pero finalmente sí ha podido ser, para mi fortuna. Ayer asistí a la representación de Die Walküre que forma parte del segundo ciclo completo que el Palau de les Arts está ofreciendo en el marco del II Festival del Mediterrani, quizá la función más esperada de la temporada para muchos aficionados por la presencia de un plantel de profesionales excelentes pero sobre todo por la llegada de un mito como es Plácido Domingo para una sola función.

El Palau presentaba un gran ambiente, lleno absoluto desde el principio hasta el final (algo inhabitual en óperas de Wagner, donde las deserciones empiezan a aparecer al final del primer acto). Teniéndo en cuenta que era un día entre semana, que jugaba la selección española, que hacía un calor infernal y que además la función se ofrecía en directo por pantalla gigante en la Plaza de la Virgen, ese lleno tiene mucho mérito.

Zubin Mehta volvió a ofrecernos su particular visión de la obra wagneriana que a unos consideramos adecuada y otros no tanto. A mí volvió a convencerme, sobre todo en el segundo y el tercer acto, donde la orquesta sonó con más garra que en un primer acto excesivamente lírico. Independientemente de la dirección, el sonido de la orquesta y su precisión fueron excelentes, como viene siendo habitual. Diréis que soy un pesado y que siempre digo lo mismo, pero yo no voy a cansarme de repetirlo y ojalá pueda hacerlo durante mucho tiempo.

El primer acto estuvo marcado por las tres grandes voces de sus protagonistas. Pude comprobar con agrado que lo que me habían contado acerca de la soprano holandesa Eva-Maria Westbroek (Sieglinde) era cierto. Una voz inmensa, con un timbre oscuro de gran belleza y un curioso vibrato en los agudos que no afea el canto, y sobre todo una gran artista que carga de intención dramática cada una de sus intervenciones y que se mueve en escena como pez en el agua. Junto a ella, un viejo conocido, Matti Salminen (Hunding), sustituía a un indispuesto Stephen Milling para alegría y regocijo de sus muchos seguidores. Y no es que Milling no sea un gran bajo wagneriano, todo lo contrario, pero Salminen es mucho Salminen y ayer lo volvió a demostrar haciéndonos vibrar con su vozarrón y su fraseo cargado de intención. Con trampas de viejo zorro, dirán. Pues sí, con trampas de viejo zorro, pero a mí denme trampas como esas que no me canso de escucharlas.


Ya que era la estrella de la función y el reclamo para un gran número de asitentes locales y foráneos, vamos a dedicar párrafo aparte a Plácido Domingo (Siegmund). Su entrega escénica fue total, como la de Westbroek, increible en alguien que según distintas versiones está a punto de entrar o ya ha rebasado sobradamente la setentena. Lo mismo puede decirse de su voz, grande y sin el vibrato característico de los cantantes ya entrados en años. Domingo se mueve cómodamente en la tesitura del welsungo, básicamente central con subidas al agudo asumibles para su estado actual, a la que su timbre baritonal sienta estupendamente. Pero aunque respetemos las canas no debemos dejarnos cegar por su resplandor, el Siegmund de Domingo fue de más a menos durante el primer acto a medida que la fatiga empezaba a hacer mella en su resistencia. Sus agudos estaban ahí, pero no dejaban de ser brevísimas incursiones en un territorio incómodo que rápidamente abandonaba para volver a la zona media (sirvan como ejemplo unos Wälse, Wälse que apenas duraron un suspiro) . El acto acabó con un Domingo con problemas de fiato que defendió dignamente su papel pero distó mucho de ser el joven intrépido y desafiante que Wagner nos presenta en su partitura y que, en su particular fraseo de bajo vuelo, lastró a una orquesta totalmente entregada a su comodidad.


Lo mejor estaba por llegar, sin embargo. El segundo acto empezó con una orquesta mucho más viva, con una espectacular Jennifer Wilson (Brünnhilde) lanzando agudos potentes y afilados a lo Birgit Nilsson y con un Juha Uusitalo (Wotan) que ha mejorado considerablemente respecto a la última vez que le escuché, hace un año como Wanderer en Siegfried. Ya entonces me gustó, pero es que lo de anoche fue algo increíble. Su voz se ha oscurecido y ensanchado, gozando ahora de unos graves potentes y muy bellos, pero por encima de eso su capacidad para el fraseo, para la matización (qué pianísimos, señoras y señores) le convierten en una referencia inexcusable para el público wagneriano de la actualidad. Por primera vez en mi vida he deseado que el monólogo de Wotan, que normalmente se me hace cuesta arriba, durase más y más. Un Wotan de muchísimos quilates, digno compañero de escena de una Brünnhilde que, como ya sabéis, me apasiona. Junto a ellos, la excelente Fricka de Anna Larsson, con una intervención más breve pero que le permitió lucirse y exhibir una voz sana y hermosa.


En el tercer acto, tanto Westbroek como Wilson acusaron el cansancio, aunque las dos cantaron con dignidad y nos dejaron grandes momentos. Sin embargo, el tercer acto tuvo un dueño y ese fue Juha Uusitalo, con una escena de los adioses antológica. Fue el único de los cantantes con papeles extensos que acabó la ópera en plena posesión de sus facultades vocales, sin que se le notase el inevitable agotamiento que supone esta obra.

La puesta en escena, tantas veces comentada, me ha gustado más que la primera vez que la ví hace dos años. A diferencia del reciente Götterdämmerung, no bombardea nuestra retina con un exceso de información visual, sino que acompaña al texto cuando es necesario, lo complementa presentando imágenes del prólogo en flashback durante el monólogo de Wotan (todo un acierto) y deja las pantallas apagadas o con imágenes neutras (el árbol del primer acto, el cielo estrellado del segundo) cuando no es necesario presentar algo nuevo, permitiéndonos centrarnos en la observación de los cantantes. Por cierto, el cambio en el encendido de la roca de Brünnhilde en el tercer acto, también conocida como el paellero, me parece un acierto, mucho más agil que hace dos años.

También podéis leer las crónicas de Atticus, Maac y Papagena.

domingo, 21 de junio de 2009

Anamorfosi, de Salvatore Sciarrino

Dice la wikipedia: Una anamorfosis o anamorfismo es una deformación reversible de una imagen producida mediante un procedimiento óptico (como por ejemplo utilizando un espejo curvo), o a través de un procedimiento matemático.

El más célebre uso de la anamorfosis en la historia del arte lo encontramos en el cuadro de Hans Holbein el Joven Los embajadores, que encabeza esta entrada. A los pies de los dos jóvenes representados, una mancha gris que traza una diagonal sobre el suelo se transforma en una inquietante calavera cuando el cuadro se ve desde una determinada perspectiva o se refleja en un espejo curvo, por ejemplo en el dorso de una cuchara. Comprobadlo vosotros mismos:


El interesantísimo compositor italiano Salvatore Sciarrino, a quien espero poder dedicar una entrada más extensa dentro de poco, tiene en su catálogo una obra llamada Anamorfosi. Si os parece bien, vamos a hacer un experimento: antes de seguir leyendo, escuchad la pieza (dura menos de tres minutos). La interpretación corre a cargo del pianista Massimiliano Damerini.


Vídeo de scriabinwasmydad

Si conocéis la obra Jeaux d'eau, de Maurice Ravel, os habréis dado cuenta de que esto no es más que una reelaboración de sus primeros compases. Si no la conocéis, escuchémosla en la versión de Marta Argerich:


Vídeo de PananXD

Muy bien, ahora ya todos sabemos que Sciarrino ha copiado el principio de los Jeaux d'eau, pero ¿a qué se debe el título, Anamorfosi, si la copia es más que evidente y no hace falta ningún cambio de perspectiva para reconocerla? Quizá algunos ya os hayáis dado cuenta, pero por debajo de los Jeaux d'eau hay otra melodía, mucho más conocida, que queda disimulada. Probad a volver a escuchar si formáis parte de este segundo grupo, a ver si se os queda la misma cara de bobos que se me quedó a mí cuando la reconocí.


Vídeo de Emeuh83

miércoles, 17 de junio de 2009

Relax con Jaroussky y Zelenka


Llevo unos días muy, muy agobiado por el trabajo y los estudios. Hoy, en teoría, tenía que haber asistido a un recital de Edita Gruberova en Castellón pero he acabado de trabajar a las mil, con un calor espantoso durante todo el día, mal comido, agotado y con más de una hora de coche por delante para volver a casa, así que doña Edita tendrá que esperar a otra ocasión para disfrutar de mi presencia. ¿O era al revés? Bueno, da igual. Por suerte, no había comprado la entrada aún, confiando en que podría comprarla en taquilla.

Para colmo los amigos valencianos comentan por mail las virtudes de la función de ayer de Die Walküre, una función que yo mismo apunté como gran hito futurible de esta temporada desde hace casi un año y en la que tenía puestas todas mis esperanzas. Y acerté, pero desgraciadamente mientras mis queridos Wilson, Kerl, Uusitalo y Salminen hacían las delicias del público asistente (y también Eva Maria Westbroek, a quien nunca he escuchado en vivo pero que los ha dejado a todos en estado de shock), yo estaba en casa intentando quitarme de encima todo el trabajo pendiente para así poder dedicar algunos minutos al estudio. ¡Ayyyyyy!

Sobrevivo, pues, a duras penas en esta semana de pasión académica, entre evaluaciones, informes educativos, programaciones didácticas y un temario enorme que tengo que meterme en la cabeza ya mismo. De vez en cuando puedo robar unos minutitos para intentar relajarme y aprovecho para pasar por aquí y dejaros esta maravilla que espero os sirva a vosotros también para bajar las revoluciones si estáis agobiados. Philippe Jaroussky canta el aria con oboe obligado Ave Deus recondite, del oratorio Sub olea pacis et palma virtutis de Jan Dismas Zelenka.



Vídeo de FFJJ0213

sábado, 13 de junio de 2009

La Turandot de Carl Maria von Weber


La Turandot más conocida en el mundo de la música es la de la ópera homónima de Puccini, aunque hay otros autores que han dedicado obras a la pincesa china: Destouches, Blumenröder, Danzi, Reissiger, Von Püttlingen, Lovenskjold, Kohn, Bazzini, Busoni... y también la versión que nos ocupa hoy, la de Carl Maria von Weber.

El personaje de Turandot llega a occidente principalemente a través de Las mil y una noches, la famosa recopilación de cuentos de origen persa. Posteriormente, diversos dramaturgos llevan la historia de la princesa china a los escenarios, destacando especialmente la sátira cómica Turandot (1762) de Carlo Gozzi, en la que aparecen personajes de la commedia dell'arte. En 1801 el poeta alemán Friedrich von Schiller escribe su Turandot, Prinzessin von China basándose en la obra de Gozzi pero transformando la comedia en una historia épica. Esta versión fue la que inspiró a Puccini al componer su ópera.

Carl Maria von Weber compuso la música incidental para la obra de Schiller, tomando como base una melodía china que había conocido años atrás gracias al Dictionnaire de musique de Rousseau. Vamos a escuchar la Overtura e marcia de su Turandot interpretada por la New Zealand Symphony Orchestra dirigida por Antoni Wit.


Vídeo de Meyerbeer1

martes, 9 de junio de 2009

¿Casualidad, homenaje o copia?

Bailando gopak, de Ilya Repin

Hace años, en el ya extinto programa radiofónico Clásicos Populares había una sección en la que los oyentes proponían fragmentos de obras de distintos compositores con cierto parecido y Fernando Argenta intentaba aclarar si se trataba de una casualidad, un homenaje de un autor hacia el otro o simplemente una copia. O si no tenía ni idea, que también solía pasar. Pues bien, estaba el otro día escuchando el reciente debut discográfico de la joven pianista georgiana Nino Gvetadze dedicado íntegramente a obras de Músorgski y me encontré con esta pieza, titulada Gopak de alegres amigos:



No conocía de nada esta pieza y lo primero que me vino a la cabeza nada más escucharla fue que había ciertas notas que me sonaban de otra obra, concretamente de ésta:



Esta pieza sí que la conocía, entre otras cosas porque precisamente en Clásicos Populares sonaba cada dos por tres. Se trata de Ucraniano de mi amor, de la zarzuela Katiuska de Pablo Sorozábal, la única zarzuela protagonizada por una bota de agua. Sí, vale, es un chiste muy malo, pero a mí me hace gracia, qué le vamos a hacer. Bueno, a lo que íbamos. El gopak, según me he informado, es una danza típica ucraniana de origen cosaco caracterizada por los movimientos acrobáticos que efectúan sus bailarines. Las preguntas ahora son: ¿Se inspiró Sorozábal en el gopak de Músorgski? ¿Se inspiraron ambos en una melodía tradicional previa? ¿Es casualidad que se parezcan? ¿Alguien más ve el parecido o son cosas mías? Qué lástima que ya no esté Fernando Argenta en la radio para contestarme, aunque sea para decirme que no tiene ni idea.

jueves, 4 de junio de 2009

John McCormack, el gran tenor irlandés


Uno se entera de cada cosa... Estoy estudiando estos días literatura inglesa e irlandesa del siglo XX y consultando en un libro la biografía de James Joyce me entero de que antes de empezar a escribir, en una época en la que se encontraba en la pobreza (nada extraño en la Irlanda de la época), probó fortuna como cantante de ópera, pues al parecer podeía una bonita voz de tenor y había aprendido a cantar bastante bien tras años de educación en colegios religiosos en los que la música formaba parte de la liturgia. Conoció entonces a otro joven tenor irlandés que estaba dando los primeros pasos de una prometedora carrera y ambos ensayaron juntos en diversas ocasiones. Este joven tenor, gracias a cuyo consejo Joyce se presentó al concurso Feis Ceoil de 1904 y ganó una medalla de bronce, era ni más ni menos que John McCormack.

John McCormack ( 1884-1945) fue uno de los primeros tenores en beneficiarse de las grabaciones fonográficas, junto con Enrico Caruso. Cuentan que una vez se encontraron en un teatro y McCormack al ver al italiano gritó "¡Paso al mejor tenor del mundo!" a lo que Caruso contestó "¿Acaso se ha retirado John McCormack?". Ambos representaban dos estilos diferentes de canto operístico. Caruso renovó la forma de cantar, aplicando una acentuación verista y una carga dramática al repertorio anterior al verismo que causó furor en la época y que marcó el devenir del estilo de canto, pues este estilo encuentra en tenores como Giuseppe di Stefano, Mario del Monaco, Franco Corelli o Plácido Domingo sus sucesores. McCormack, en cambio, es fiel al estilo anterior a Caruso, preocupándose por una línea de canto depurada sin importarle la intención dramática y evitando a toda costa recursos truculentos como los sollozos o la acentuación exagerada. Desde el punto de vista actual, no faltará quien piense que su canto ha quedado algo obsoleto por su falta de dramatismo. De hecho, cuando le decían que era el mejor tenor lírico del mundo, el propio John McCormack solía añadir "y el peor actor". Sin embargo, y ahora viene lo bueno, es posible apreciar en sus grabaciones grandes virtudes. Para empezar, su voz estaba perfectamente colocada de natura, algo que maravilló a sus maestros de canto, y por lo tanto sonaba liberada y limpia. Teniendo esto resuelto, su labor como estudiante de canto se centró en el control del fiato, cualidad sobre la cual cimentó su carrera. Además de todo esto, su dicción era muy buena y su timbre, aunque hoy en día puede no parecer excesivamente atractivo, gustaba mucho en su época. Vamos a escuchar su grabación del aria Il mio tesoro, de la ópera Don Giovanni (W. A. Mozart), efectuada en 1916. Aún hoy, con tantas versiones como se han grabado, hay quien la considera insuperada.



Vídeo de primobaritono

John McCormack cantó mucha ópera en grandes teatros como el Metropolitan y Covent Garden, incluso formó parte como tenor estrella de la compañía de Nellie Melba, pero donde se sentía más cómodo era en sus innumerables recitales, pues en ellos no tenía que actuar y además podía cantar su repertorio favorito, canciones y baladas, tanto compuestas para él como tradicionales irlandesas. Era famosa su pose, inmóvil en medio del escenario, con la cabeza echada hacia atrás y un pequeño libro negro en las manos en el que tenía apuntadas las letras de las canciones. Veámosle ahora cantando I hear you calling me, de Hedford y Marshall, un tema que hizo muy popular y que solía cantar en todos sus recitales.


Vídeo de TheGreatPerformers

Pero aunque él prefería las canciones, no puedo evitar despedirme con un aria operística, su magnífica interpretación de Spirto gentil, de La favorita (G. Donizetti), en la que queda patente su absoluto control del fiato y su capacidad para apianar y sombrear su voz.


Vídeo de patriot4913