martes, 8 de julio de 2008

Siegfried Wagner en la voz de Dagmar Schellenberger

Hace poco dije que estaríamos un tiempo descansando de Wagner, pero los recientes comentarios sobre el Siegfried que ha cantado Ben Heppner en Aix-en-Provence me han dado ganas de volver a las andadas. Para no caer en la tentación y llevado por una de esas asociaciones de ideas tan tontas a las que os tengo acostumbrados, he pensado que Siegfried + Wagner = Siegfried Wagner, así que le dedico esta entrada no al gran Richard, del que seguimos en período de abstinencia bloguera (solo bloguera, sigo como un niño con zapatos nuevos con el cofre de la DECCA, y gracias a maac tengo el Anillo de Keilberth en espera), sino a su hijo Siegfried, también compositor y director durante más de dos decadas de la Orquesta del Festival de Bayreuth.


Siegfried Wagner (1869-1930) no sólo fue hijo de un genio (Richard Wagner), sino también nieto de otro (Ferenc Liszt). Fue este último quien empezó a enseñarle armonía, pues su padre falleció cuando él era un niño. Posteriormente continuó sus estudios musicales con un alumno de su padre, el también compositor Engelbert Humperdinck. Abandonó más tarde la música para estudiar arquitectura, aunque una vez obtenido el título y durante un viaje a Singapur decidió que prefería dirigir orquestas y componer a diseñar casas. Pronto se ganó un merecido prestigio como director, tanto en Bayreuth como en otros teatros, éxito que también obtuvo como compositor con su primera ópera, Der Bärenhäuter, obra de marcado caracter romántico. Pero, para su desgracia, ése fue su único éxito en esta faceta. Los gustos del público estaban empezando a cambiar y pronto la escena musical estaba dominada por figuras tan dispares como Stravinsky, Strauss o Debussy, todos explorando nuevos caminos musicales que se alejaban del tradicionalismo de Siegfried Wagner. A veces hablamos de artistas que se adelantan a su tiempo, pero en este caso podríamos decir lo contrario: la obra de Siegfried Wagner nació con varias decadas de retraso, fue apreciada por los más viejos y despreciada por los más jóvenes. A todo esto hay que sumarle el peso del apellido, pues es justo reconocer que, aún siendo un notable compositor, nunca llegó a acercarse a la altura de su padre o su abuelo.



Vamos a escuchar fragmentos de tres de sus óperas, todos ellos a cargo de la soprano Dagmar Schellenberger y extraídos del disco Dagmar Schellenberger sings Siegfried Wagner, publicado por cpo.

El primero que vamos a escuchar es la canción final de Agnes, con la que se cierra la ópera Sternengebot. Agnes le explica a Heinz (el futuro rey Enrique el pajarero) que ha prometido amar eternamente al general Helferich. En este fragmento Siegfried Wagner emplea una técnica heredada de su padre, el uso de leit motiven. Aunque haría falta escuchar toda la obra para poder apreciarlos, según el libreto del CD aparecen, por este orden, el motivo de las palabras del astrólogo, el motivo de las estrellas, el de las consecuencias personales, el del amor hacia Helferich y finalmente, tras los gritos de júbilo de la multitud que despide a Helferich cuando éste parte en busca de aventuras, el motivo del impulso del corazón, al que las violas replican con el motivo del destino.

'Canción final de Agnes - Sternengebot'

El siguiente fragmento, de gran inspiración, es la escena de Mita, de la ópera Der Friedensengel. Mita, la amante de un adúltero, ha ingresado en un convento para expiar sus culpas tras el suicidio de éste. Mientras el resto de monjas entonan el Stabat Mater, Mita reflexiona sobre su pasado, estableciéndose una especie de diálogo entre su lamento y la oración de las monjas.

'Escena de Mita - Der Friedensengel'

Acabamos con la escena del baile, de la ópera Sonnenflammen, ambientada en la corte bizantina. Una pantomima tiene lugar en la corte en la que se representa el ataque de Artemisa y sus sacerdotisas a las ménades. Una intérprete, acompañándose con un harpa, narra la acción al emperador. En realidad, toda la pantomima esconde un plan secreto para matar al emperador, pero cuando una de las bailarinas se lanza sobre él con su cuchillo apenas consigue rozar su piel, ya que el juglar Gomella, que conocía los propósitos de los conspiradores, le ha prevenido de lo que va a pasar y ha organizado su defensa.

Cuando Humperdinck escuchó esta escena se lamentó de que su alumno siguiera los pasos de Salomé. Y es que el parecido entre la danza de las ménades y la obra de Richard Strauss, amigo de la infancia de Siegfried Wagner, es notable.

4 comentarios:

maac dijo...

Yo también estoy muy wagneriano estos días. Voy dándole vueltas a Parsifal, he pasado de Kna -que es con el que me crié- y he cogido el de Solti. Alucinado me están dejando los ingenieros de sonido de Decca, es un monumento a la técnica. Y lo digo yo que soy muy crítico con grabaciones como la de Salomé, el Anillo principalmente, pero también con la de Tannhäuser (con ese desastre que hicieron con el coro de peregrinos), todas de Solti. Y casualmente le he dedicado una entrada a una ópera del profe de Siegfried.

Titus dijo...

Pues ahora mismo voy a ver esa entrada. Por cierto, tienes un par de correos míos en tu cuenta gmail.

Barbebleue dijo...

Le falta a usted alg�n corte de "Die heilige Linde", quiz�s la obra que mejor conozco de Siegfried Wagner. Evocador t�tulo de una �pera que ya quisieran haber firmado muchos, yo por ejemplo.

Titus dijo...

No hay ningún corte de Die Heilige Linde en el disco de la Schellenberger, Barbe. He seleccionado los tres fragmentos que más me gustan del disco, dejando cortes de Der Kobold, Der Heidenkönig, Der Friedensengel y otras. Por cierto, si alguien siente curiosidad por el disco en cuestión, ya sabéis que está a vuestra disposición.