Con "standing ovation", bravos a mansalva y largos minutos de aplausos ha acabado el concierto de Juan Diego Flórez en el auditorio del Palau de les Arts. Bien está lo que bien acaba, que diría Brotons, y en eso Flórez ha sido un maestro, pues ha ido de menos a más desde una primera parte en la que no acababa de despegar hasta un final apoteósico con los tres bises elegidos.
El recital empezó con la Orquestra de la Comunitat Valenciana interpretando la Sinfonia de I Capuletti e i Montecchi, dirigidos por Christopher Franklin. Desde el primer momento quedó claro que con este director la orquesta no iba a rendir como con su director titular. La cuerda sigue siendo algo fuera de serie, el sonido sigue siendo tan brillante como siempre, pero faltaba esa fuerza a la que nos hemos malacostumbrado. Esto fue una pega en las sinfonías que interpretaron entre aria y aria (además de la ya citada tocaron las de Il turco in Italia, Guillaume Tell, La favorite y La figlia del regimento), pero en cuanto Flórez salió al escenario y empezó a cantar È serbato a questo acciaro, quedó claro por qué Christopher Franklin ha sido el elegido para acompañarle en esta gira. Y es que supo frenar en todo momento a la orquesta, impidiendo que tapasen al tenor y sirviéndole siempre el tempo adecuado para que pudiese lucirse en todas sus arias.
Sobre Juan Diego Flórez se ha dicho tanto que sería absurdo por mi parte extenderme en su descripción. Sólo diré que se vió perjudicado por el tamaño y la acústica del auditorio, sobre todo en la primera parte del recital. È serbato a questo acciaro, que Franklin dirigió con un tempo muy pausado, no dejó de ser un ejercicio de estilo resuelto correctamente, con clase pero sin vida. La voz aún estaba fría y no acababa de llegar al fondo de la sala. Yo ya sabía que la voz de Flórez era pequeña, pero la verdad es que no me la esperaba así, había que hacer un esfuerzo para escucharla. Algo parecido pasó con su segunda aria, Tu seconda il mio disegno. Llegaba la prueba de fuego con el aria y la cabaletta de Arnold de Guillaume Tell y la cosa se ponía interesante. ¿Podría cantarlas de forma correcta, a pesar de ser el de Arnold un papel más adecuado para voces de más empaque? Pues bien, la respuesta es que sí, que puede cantarlas y muy bien siempre que se den las condiciones idóneas, es decir, siempre que no haya un coro que le tape y que el director esté dispuesto a sujetar las riendas de la orquesta como lo hizo Franklin para que la voz del peruano pueda brillar. Su asile héréditaire fue impecable y su voz corría mejor que antes, no sé si porque se había calentado o porque la había estado reservando, o puede que por ambas cosas, pero tanto sus agudos como su zona media fueron claramente audibles en todo momento, no tanto sus graves aunque se defendió como pudo.
Tras la pausa, la serenata de El guitarrico y las granaínas de Emigrantes, ambas cantadas con estilo y buen gusto. Tras este calentamiento, La maîtresse du roi, donde volvió a lucir sus dotes fraseadoras y su legato y Amici miei, che allegro giorno!, en italiano, no sé por qué, para contentar a los amantes de los does. En esta segunda parte estuvo mejor que en la primera, pero aún quedaban los bises para poder lucirse, y bien que supo aprovecharlos.
Para empezar, Una furtiva lacrima, con las variaciones que ya conocíamos de su disco Bel Canto Spectacular, que si no me falla la memoria son las mismas que hace Alagna en el famoso DVD con su señora. Muy bien cantada, sí señor. Le sigue Ah, lève-toi, soleil, que para mi gusto necesita de una voz más lírica pero que aún así canta estupendamente. Y finalmente, La donna é mobile, en lo que será lo más parecido a verle como Duca que vamos a tener este año por estos lares. En los tres bises estuvo espectacular, su voz se proyectaba cada vez mejor y él parecía estar cada vez más a gusto en el escenario, algo que el público agradeció con su aclamación.
El recital empezó con la Orquestra de la Comunitat Valenciana interpretando la Sinfonia de I Capuletti e i Montecchi, dirigidos por Christopher Franklin. Desde el primer momento quedó claro que con este director la orquesta no iba a rendir como con su director titular. La cuerda sigue siendo algo fuera de serie, el sonido sigue siendo tan brillante como siempre, pero faltaba esa fuerza a la que nos hemos malacostumbrado. Esto fue una pega en las sinfonías que interpretaron entre aria y aria (además de la ya citada tocaron las de Il turco in Italia, Guillaume Tell, La favorite y La figlia del regimento), pero en cuanto Flórez salió al escenario y empezó a cantar È serbato a questo acciaro, quedó claro por qué Christopher Franklin ha sido el elegido para acompañarle en esta gira. Y es que supo frenar en todo momento a la orquesta, impidiendo que tapasen al tenor y sirviéndole siempre el tempo adecuado para que pudiese lucirse en todas sus arias.
Sobre Juan Diego Flórez se ha dicho tanto que sería absurdo por mi parte extenderme en su descripción. Sólo diré que se vió perjudicado por el tamaño y la acústica del auditorio, sobre todo en la primera parte del recital. È serbato a questo acciaro, que Franklin dirigió con un tempo muy pausado, no dejó de ser un ejercicio de estilo resuelto correctamente, con clase pero sin vida. La voz aún estaba fría y no acababa de llegar al fondo de la sala. Yo ya sabía que la voz de Flórez era pequeña, pero la verdad es que no me la esperaba así, había que hacer un esfuerzo para escucharla. Algo parecido pasó con su segunda aria, Tu seconda il mio disegno. Llegaba la prueba de fuego con el aria y la cabaletta de Arnold de Guillaume Tell y la cosa se ponía interesante. ¿Podría cantarlas de forma correcta, a pesar de ser el de Arnold un papel más adecuado para voces de más empaque? Pues bien, la respuesta es que sí, que puede cantarlas y muy bien siempre que se den las condiciones idóneas, es decir, siempre que no haya un coro que le tape y que el director esté dispuesto a sujetar las riendas de la orquesta como lo hizo Franklin para que la voz del peruano pueda brillar. Su asile héréditaire fue impecable y su voz corría mejor que antes, no sé si porque se había calentado o porque la había estado reservando, o puede que por ambas cosas, pero tanto sus agudos como su zona media fueron claramente audibles en todo momento, no tanto sus graves aunque se defendió como pudo.
Tras la pausa, la serenata de El guitarrico y las granaínas de Emigrantes, ambas cantadas con estilo y buen gusto. Tras este calentamiento, La maîtresse du roi, donde volvió a lucir sus dotes fraseadoras y su legato y Amici miei, che allegro giorno!, en italiano, no sé por qué, para contentar a los amantes de los does. En esta segunda parte estuvo mejor que en la primera, pero aún quedaban los bises para poder lucirse, y bien que supo aprovecharlos.
Para empezar, Una furtiva lacrima, con las variaciones que ya conocíamos de su disco Bel Canto Spectacular, que si no me falla la memoria son las mismas que hace Alagna en el famoso DVD con su señora. Muy bien cantada, sí señor. Le sigue Ah, lève-toi, soleil, que para mi gusto necesita de una voz más lírica pero que aún así canta estupendamente. Y finalmente, La donna é mobile, en lo que será lo más parecido a verle como Duca que vamos a tener este año por estos lares. En los tres bises estuvo espectacular, su voz se proyectaba cada vez mejor y él parecía estar cada vez más a gusto en el escenario, algo que el público agradeció con su aclamación.
Al final, mi conclusión personal es que hemos podido escuchar a un gran tenor en un concierto muy bueno, que podría haber sido memorable de haberse celebrado en un teatro más pequeño y con mejor acústica. ¿Tiene una voz pequeña? Sí, sin duda, y es un handicap, pero está bien proyectada y acaba sonando a un volumen aceptable. ¿Es frío? No, en eso sí que no estoy de acuerdo. Es elegante, contenido y con una técnica y un control del fiato fuera de serie, pero nunca frío, y ahí está su furtiva lacrima para demostrarlo. ¿Ha hecho bien cancelando el Rigoletto del Real? Para mí sí, hay muchos otros tenores que pueden cantar ese papel y con mucho más volumen. Habiendo repertorio donde es el rey indiscutible, no tiene por qué meterse en camisa de once varas, al menos no en un teatro de esas dimensiones.
9 comentarios:
Impecable y objetiva crónica, Titus, que comparto en casi su totalidad, aunque incidiré en que el auditori no cumple las condiciones acústicas exigibles para que funcione como tal. Con la fatal coincidencia de que la sala de ópera tiene un sonido tan fantástico que la comparación es odiosa. En más de una ocasión me encontré con el cuerpo desplazado hacia adelante esperando encontrar los sonidos por alguna parte.
Era la primera vez que oía un recital de JDF con orquesta y no me defraudó. Creo que estaba crecido con respecto al que ofreció el año pasado en la sala principal. La progresión fue como la mencionas y su furtiva lacrima me pareció perfecta, en canto y expresión. En cuanto a tus preguntas, coincido en tus apreciaciones sobre el volumen de la voz e insistir en que un teórico tenor ligero precisamente no destaca por el volumen; es una cuestión física. ¿Que es frío? mmmmm, para mi en absoluto. Lo que pasa es que controla su canto en beneficio de la afinación, la belleza y la afinación. Aparte me consta que es una persona tímida y ello también se transmite. No hace falta cantar como si mañana se fuera a acabar el mundo, al menos para mi. Y, efectivamente, sigo alucinando con su técnica y fiato. Creo que el problema del cantante es que hace fácil lo extremadamente difícil, nos ha acostumbrado y siempre le pediremos más y más. Viendo cualquier vídeo de los que has colgado he sufrido mucho más que en el recital de ayer que disfruté al 100%.
Por cierto, ¿creéis que ha mejorado la insonorización del auditori? En la primera parte me pareció oír sonidos externos, pero en la segunda me olvidé.
Como siempre, un gusto volver a veros. ¡Hasta el domingo!
Donde he puesto por segunda vez afinación quería decir "la perfección en la agilidad"
Respecto de la orquesta, pocas habrá tan dúctiles como ésta.
Y una última apreciación; aprovechando el hueco que dejó Helga, allí que me coloqué a fin de escuchar los últimos dos bises, por cierto, al lado del maestro Ernesto Palacio, y ¡hay que ver lo que cambió la acústica en tan solo cuatro filas de distancia! Habrá que seguir probando butacas.
Me alegro de que disfrutaras y de que no te pareciera frio.
Yo aún no lo he conseguido, pero no por eso voy a dejar de escucharlo, porque su voz y su canto son una verdadera maravilla.
Y tambien porque todo evoluciona, leí hace poco unas declaraciones suyas donde decía que él mismo se encontraba demasiado preocupado de la técnica en sus inicios, y que con el tiempo se iba afianzando en la expresividad. AMEN!
Mi, si el hueco estaba en primera fila...era el mio, no era de Helga, buaaaaaaaaaaaaaaaa.
Estupenda crónica ,Titus. Esta vez estoy de acuerdo con practicamente todo lo que dices, incluso sin ver el concierto, jeje. ¿Será grave, doctor ? :)
Lo único es que no creo que la voz pequeña sea un handicap muy grande en el repertorio de Florez..una voz grande es menos flexible para hacer todas las "virguerias" del bel canto y quizá no pudiera controlar la técnica como la controla el.
Estuvo ayer muchísimo mejor que en el recital que ofreció en la sala principal y también, paradójicamente, se le escuchó mejor a pesar de que la acústica de la sala es inferior.
Franklin se plegó casi excesivamente a la voz del tenor, a mí eso no me importa hasta el límite de lo tolerable, yo creo que ayer se sobrepaso el mismo.
No creo que se deba justificar a Flórez porque tenga la voz pequeña, la tiene así, pequeña. Pequeña para ser un tenor ligero o tendremos que concluir que Rossini, Bellini y Donizetti eran tontos y no sabían escribir para la voz porque a la mínima lo cubrían. Lo que queráis.
Sin embargo la proyección me pareció muy buena porque llegaba con claridad y conforme fue avanzando el recital toda su organización vocal fue mejorando hasta llegar a un estado de plenitud en el que me dejó anonadado, no tenía nada que ver con el Flórez del inicio del concierto.
Estoy de acuerdo, maac, cuando decimos que la voz de Flórez es pequeña lo decimos en relación a su clasificación. Todos sabemos que un ligero no puede tener el volumen de un heldentenor, pero es que la voz de Flórez es pequeña hasta para ser un ligero, lo cual no importa si consigue proyectarla tan bien como lo hizo en la segunda parte pero es una pega cuando no es así.
Lo de Franklin fue exagerado, es cierto, pero es la única forma de escuchar el "amis, amis" de Flórez. Si llega a darle a la orquesta el sonido heróico que requiere la pieza habríamos escuchado una versión instrumental con Flórez haciendo mímica. En el resto de arias sí podría haber intentado subir un poco el nivel.
Titus, me ha gustado muchísimo tu crónica, lo has dicho todo y coincido contigo.
Mimenor, absolutamente de acuerdo en tu calificación de Florez; a mi su perfección me emociona ja ja ja. Respecto a lo que dices para mi la insonorización ha mejorado; no escuché el zumbido de los halógenos, ni ruidos externos, también es cierto que no llovía...ja ja ja pero la acústica es mala -al menos para mi- yo no percibo bien el sonido, me pasa como a ti.
Lamenté muchísimo que no cantara "à mes amis" en francés, a mi me gusta más y me suena mejor...
Hasta el domingo!
Titus, me hubiera gustado estar ahí.
Me encanta Flórez y para el repertorio que hace, la voz es suficiente.
No se proyecta tan bien en grandísimos teatros, pero las dimensiones de la mayoría de auditorios de ópera, incluso los grandes teatros, son de dimensiones medianas y algunos descaradamente pequeños.
Grandes salas hay pocas (MET, Bastilla, Colón).
El repertorio que canta Flórez no necesita de más de 50-60 músicos, a lo máximo. Todo lo que se haga con más músicos atenta contra la propia escritura de la obra.
No creo que el volumen de la voz perjudique la carrera de este GRANDE.
Flórez es de reclinatorio. Hacía tiempo que no lo decía, ¿verdad?
¿Cuantos músicos tocaban en la orquesta de Les Arts en este concierto?
Hombre, no los conté pero no eran muchos, los habituales para ese repertorio. Aún así, en las arias más heróicas, como el Guillaume Tell, podrían haberlo tapado facilmente de no ser por el director que les forzaba a tocar con excesiva suavidad. Al final del concierto no había problemas con el tamaño de su voz; al principio, bien porque aún no estaba a punto o bien porque se estaba reservando, su volumen era mínimo.
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