sábado, 20 de diciembre de 2008

Kiri Te Kanawa en Castellón


Quien tuvo, retuvo. Eso es lo que piensa uno para consolarse cuando por el Auditorio de Castellón aparece una vieja gloria del canto operístico y se saca la entrada, más por mitomanía que porque crea que va a presenciar un buen concierto. Así, hace unos años asistí al concierto de Teresa Berganza, cuyas virtudes hoy por hoy apenas logran camuflar sus defectos, los lógicos en alguien de su edad. Ese mismo año también Raina Kabaivanska nos mostró lo que queda de una voz que en su día fue una joya y hoy apenas es un recuerdo. Sin embargo, Kiri Te Kanawa no ha venido a que contemplemos las ruinas de su voz, sino a hacernos disfrutar con lo que aún queda en pie, que no es poco. Le acompañó al piano Julian Reynolds.

El concierto empezó con tres arias barrocas (Caldo sangue de Scarlatti, Lascia ch'io pianga de Haendel, Io son quel gelsomino de Vivaldi), sabiamente elegidas por adaptarse bien a los medios vocales de la neozelandesa. Quizá por ser el inicio del concierto, quizá por tratarse de un estilo que no le es del todo cómodo, fue en estas arias donde su voz sonó más ajada. Sin embargo, los dos siguientes bloques, dedicados a lieder de Strauss y a una selección de Les nuits d'eté de Berlioz, fueron antológicos. A destacar un extático Morgen en el que su voz brilló con su famoso resplandor plateado y Le spectre de la rose, con un tono lánguido que es idóneo para el lucimiento de la artista.

Tras la pausa, un bloque dedicado a Puccini, otro a los Chants d'Auvergne de Canteloube y para cerrar el concierto al gusto anglosajón, dos canciones navideñas (White Christmas y I'll be home for Christmas) y el Pie Iesu del Requiem de Andrew Lloyd Webber. En los dos primeros bloques estuvo muy bien, aunque sin llegar nunca al momento mágico que habíamos alcanzado con Strauss, y el tercer bloque fue algo totalmente anticlimático, sobre todo el Pie Iesu, una pieza que no hay por donde cogerla.

En los bises contentó a todos, primero con un O mio babbino caro previsible y bastante rutinario pero que fue acogido con delirio por gran parte del público y por último con Io son l'umille ancella, que sirvió para despertar a los que llevábamos adormeciéndonos desde que acabara con la música de Canteloube. Sólo lamento que no cantase nada de Mozart, el compositor que mejor le sienta a su voz y a su estilo junto con Strauss.

6 comentarios:

Joaquim dijo...

Me alegro Titus, pero cantar Mozart sin estar al mejor nivel es un suicidio y ella lo sabe.
Escogió bien, no te quepa la menor duda.

maria teresa dijo...

Siempre nos quedaran las grabaciones, Titus, yo ayer me lo pasé bomba con unas Nozze y Kiri. Ahora que cante lo que pueda cantar con elegancia y comodidad, que a veces si nos quieren demostrar que estan en plenitud de facultades, cuando el artista y el público saben que no, es penoso. Me encanta Kiri Te Kanawa, brava!!

Titus dijo...

Ya sé que no está como para cantar arias de Le Nozze, Così o Don Giovanni, pero ¿queréis decir que no podría haber elegido algunos lieder o arias de concierto de Mozart? Que tiene muchas, seguro que hay algunas que le permiten lucirse sin correr excesivos riesgos. Si hubiese elegido esto en sustitución del último bloque pachanguero del concierto, habría sido una tarde redonda.

maac dijo...

Por lo que parece tampoco estuvo tan mal, me alegro.

Anónimo dijo...

¿Sigue tan elegante, en el canto, como siempre? ¿Cantó alguna pieza a capella? Me alegro por el resultado, no esperaba menos.

Titus dijo...

Mi, no cantó nada a capella, aunque en algunas piezas el piano casi había que intuirlo, el pianista fue muy cuidadoso con ella. Y sí, sigue tan elegante como siempre, aunque más cauta porque sabe que ya no puede permitirse ciertas aventuras.