La New York Philharmonic Orchestra, la más veterana de las orquestas sinfónicas estadounidenses, ha ofrecido hoy martes 26 de febrero un concierto en Pyongyang, Corea del Norte. La formación, dirigida por Lorin Maazel (recordemos que también es director titular de la Orquestra de la Comunitat Valenciana, la del Palau de les Arts) interpretó obras de Wagner, Dvorak y Gershwin, además de los himnos de EEUU y del país anfitrión.
Por encima del interés musical, la noticia tiene una clara vertiente política. ¿Cómo hemos de interpretar este evento? ¿Somos buenos y pensamos que la música servirá para hemanar dos naciones enemigas o pensamos mal (y acertaremos, si hacemos caso del refranero) y buscamos qué estrategia están siguiendo ambos gobiernos al mover esta ficha?
Maazel ha pronunciado unas palabras con las que no puedo estar más de acuerdo: "Es más cómodo quedarse en casa. Decir: no tocamos en este o en aquel país porque gobiernan dictadores. Nuestro país olvida ciertos hábitos que son poco ejemplares, por ejemplo, el modo en que tratamos a ciertos prisioneros (Guantánamo). Es más fácil denunciar los errores ajenos que admitir los propios". Hasta aquí todo bien, pero si tenemos en cuenta que el concierto ha sido promovido por el Departamento de Estado de EEUU quizá sus palabras nos puedan parecer demasiado ingenuas. Aún así, desde los medios más derechistas de EEUU se ha criticado duramente el concierto por conceder a Corea del Norte una respetabilidad que no se merece.
En cualquier caso, quedémonos con un dato importante: para muchos coreanos, ésta ha sido su toma de contacto con una música que jamás habían podido escuchar. Ojalá en el futuro conciertos como este no sean noticia. Os dejo con unos vídeos del concierto en cuestión en los que podremos escuchar fragmentos de la Novena Sinfonía de Dvorak, conocida como "del nuevo mundo".
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