Vaya panorama se me presentaba este fin de semana. El viernes, el "concierto sinfónico" que me entraba en el abono del Palau de les Arts, que en realidad era un recital de zarzuela (curiosa la concepción de "sinfónico" que tiene Helga) con un elenco de cantantes bastante irregular y el sábado una Madame Butterfly (sí, ya sé que es madama y no madame, pero es que es así como la publicitaron) con la itinerante y modesta Compañía Lírica del Mediterráneo en el Teatro Principal de Castellón. El miércoles, mientras hablaba por teléfono con una amiga, también abonada de Les Arts, le comentaba que esta era la prueba de fuego para mi melomanía. Prueba superada, puedo decir ahora, sigo vivo y activo y me sigue gustando la música como antes.
El recital de zarzuela lo salvó la orquesta, con un sonido espectacular, y la mezzo valenciana Silvia Tro Santafé, gracias a su bella y bien proyectada voz, a su excelente fraseo y a su dicción. También correcto, aunque muy por detrás de la susodicha, estuvo el barítono Juan Jesús Rodríguez, una voz poderosa que llegaba hasta el final del auditorio sin problemas pero que pecaba de cierta nasalidad y de una acentuación quizá algo brusca. El tenor Antonio Gandía tuvo problemas para hacerse oír y jugó su baza en un agudo estentóreo que rompía la homogeneidad de su canto. Éste último problema también afectó a la soprano Rocío Ignacio, con un desagradable vibrato rapidísimo y una falta de canto legato al más puro estilo María Bayo o, salvando las distancias, Edita Gruberova, incluyendo pausas para preparar los agudos. Agudos potentes pero horrísonos que le hicieron ganarse los aplausos de los amantes del decibelio, dicho sea de paso.
Enrique García Asensio dirigió a la orquesta con oficio. ¿Con qué oficio? Eso aún no lo he averiguado. Jugó un par de veces con las dinámicas de forma bastante efectista y durante el resto del recital se dedicó a marcar el compás, pero esta orquesta suena tan bien que aun así no defrauda.
El sábado, Madame Butterfly, con una orquesta reducida al mínimo, embutida en el pequeño foso del pequeño Teatro Principal de Castellón. Si el director hubiese sido Sebastian Weigle, diría que fue una Butterfly "camerística", pero como fue un tal Sergio Kuhlmann a quien no tengo el placer de conocer, diré simplemente que fue una Butterfly para salir del paso, con un sonido que recordaba al de una banda de pueblo pero que aún así fue bastante digna y con unas voces audibles, que no es poco. No entraré en detalles, para lo que me costó la entrada no fue una mala función. Ningún cantante destacó en lo bueno ni en lo malo y varios de ellos lo hicieron mejor que otros que aparecen en la cartelera de teatros más importantes. Voulgaridou, sin ir más lejos.
Os dejo con Enrique García Asensio, cuyo oficio, según me apuntan, es la venta de bragas, fajas y corsés en una mercería (y no es coña, eso es lo que me han dicho, no sé si es verdad o no) dirigiendo el intermedio de La boda de Luis Alonso, de Gerónimo Giménez, con Lucero Tena haciendo una exhibición casteñuelística.
Vídeo de solimusi
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