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Quien también se preocupó de que los cantantes estuvieran cómodos fue el director Dmitri Jurowski, que controló en todo momento el volumen de la orquesta para que nadie quedase tapado. En todo caso, se podría criticar una falta de brillo, sobre todo comparado con el sonido que suele sacarle Maazel, pero aún así me gustó mucho su dirección. Entre los cantantes, todos ellos correctos en lo vocal y en lo actoral, algo muy importante en una comedia, destacaría a Vladímir Matorin en el papel de Mendoza y a Liubov Petrova como Luisa. Ambos fueron los más aplaudidos y braveados de la noche, junto con Jurowski.
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En general una gran oportunidad de escuchar una ópera poco habitual que suele gustar a todo el mundo, tanto por sus bellísimos momentos líricos a cargo de los jóvenes enamorados como por las situaciones cómicas, entre las que destacaría el encuentro entre la dueña y Mendoza que causó la carcajada general en más de una ocasión. De hecho, fue bonito ver como la inicial frialdad del público ante una obra desconocida (y encima en ruso) iba perdiéndose a medida que se sucedían las escenas. Para cuando llegó la divertidísima escena final, el director y los cantantes ya se habían metido al público en el bolsillo.
1 comentario:
Me alegro que disfrutaras. Coincido con tu opinión al 100%.
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