Miércoles 18 de mayo, ocho de la tarde, Requiem de Verdi en el Auditorio de Castellón. En un alarde de maldad y de falta de respeto hacia el público que deja a la pobre Helga a la altura de un osito amoroso, los organizadores tienen a bien incluir en el programa de mano a la soprano georgiana Tamar Iveri en lugar de a la anunciada Sondra Radvanovsky. Sin una mísera nota pidiendo disculpas o explicando el motivo de la supuesta sustitución, que al parecer conocían con suficiente antelación como para incluir en el programa a la sustituta pero que no anunciaron. Helga, aprende, esto es una gestión malvada e irrespetuosa de verdad.
El resto del reparto, tal y como estaba anunciado, lo formaban el bajo Ildar Abdrazakov, la mezzo Daniela Barcelllona y el tenor Maksim Aksenov, junto a la Orquesta y el Coro del Teatro Regio de Turín y la batuta de su director titular, Gianandrea Noseda.
Salen a escena los miembros de la orquesta, los del coro, los cantantes solistas y, tras unos incomprensibles minutos, el director. Aplausos de cortesía y empieza a sonar la música, poco a poco, en pianísimo. Entra el coro y de repente... suena un móvil. Noseda manda parar a los músicos, se gira en el podio y pide al público que apague los móviles (algo que ya se había pedido previamente por megafonía). Bien por Noseda. Aplausos de nuevo y vuelta a empezar. Levanta la batuta, las cuerdas atacan el pianísimo y... ¡vuelve a sonar el mismo móvil! Y Noseda deja la batuta en el atril y, sin mirar atrás, sale del escenario con gesto de indignación. ¡Bien por Noseda one more time!
Lo mejor fue ver como, tras la "espantá" de Noseda, muchos a mi alrededor sacaron sus móviles de los bolsillos y los apagaron. Se ve que el primer aviso del director no había sido suficiente para convencerles de que lo hicieran.
Tras unos minutos, el director regresa, visiblemente enfadado y el Requiem acaba llevándose a cabo sin más sorpresas hasta el final, en el que, cuando aún está la última nota flotando en el aire, un energúmeno grita un ¡Viva Verdi! que es secundado por breves aplausos por parte de sus vecinos de butaca. Afortunadamente el grueso del público no sigue esta exaltación de verdianismo extemporáneo y permanece en silencio unos segundos más hasta que, por fin, rompe a aplaudir. Pero el hechizo ya estaba roto, y la cara de Gianandrea Noseda cuando se gira para recibir los aplausos es un poema. Un poema trágico, concretamente.
Comentaré el concierto brevemente: Noseda se lució con una dirección estupenda, quizá algo excesiva en el Dies Irae (lo que para mí no es nada malo, excesivófilo que es uno). Mantuvo el dramatismo desde el primer al último compás, a pesar de todos los contratiempos, y supo dar a la partitura los matices necesarios de forma coherente. De entre los solistas, Daniela Barcellona estuvo tan bien como es habitual en ella, Ildar Abdrazakov no me hizo cambiar la opinión que me formé de él en su reciente Mefistofele de Les Arts (buen cantante, voz bonita pero clara y volumen justito) y Maksim Asenov, a quien no conocía y que debutaba en España con este Requiem, me pareció un tenor lírico muy del montón, con la voz totalmente atrás excepto en el agudo (el típico defecto de tantos cantantes rusos). Por último, Tamar Iveri, la encargada de llenar el hueco de Sondra Radvanovsky, no la hizo nada mal, y aunque en ningún momento nos hizo olvidar a la americana, lo cierto es que disfrutamos oyéndola cantar con una voz sana y jóven de centro carnoso y presencia tímbrica.
Supongo que, al acabar el concierto, Gianadrea Noseda le habrá pedido a su manager que apunte el nombre de esta ciudad en su lista negra para no volver jamás, y habrá hecho bien. Es un director con un gran presente y un esperanzador futuro y quien sale perdiendo de este desencuentro no es él, a quien no le faltarán compromisos, sino nosotros, por maleducados y por cafres. Pero, pese a todo, me ha gustado que alguien, por fin, haya puesto la cara roja de vergüenza a aquellos de entre el público que no conocen el respeto hacia los demás ni hacia quienes intentan llevar a cabo su trabajo sobre el escenario de la mejor manera posible. Si hasta ahora lo consideraba un gran director, desde este momento pasa a ser un héroe para mí.
10 comentarios:
Titus, ho he passat fatal, però FATAL, llegint aquesta crònica. M'he anat fent petit, petit i petit.
Quina vergonya Déu!
Quan vaig treballar a Torí, vaig tenir l'oportunitat de veure dirigir a Noseda i sempre em va agradar moltíssim.
Encatra no m'he recuperat i el Viva Verdi final no sé si em deixarà dormir.
Haces bien tomándotelo por el lado positivo, porque es para morirse de vergüenza ajena. Las cámaras identifican a los hinchas que tiran botellas y se les puede impedir la entrada a los estadios.
No estás solo.
Noseda desde ayer también forma parte de mis superhéroes favoritos junto a la Hormiga Atómica y Superlópez.
Estoy dispuesto incluso a iniciar una acampada frente al Palau de les Arts pidiendo la contratación inmediata de Noseda.
El milanés siempre me ha parecido un director muy notable y ayer lo volvió a demostrar con un Requiem verdiano soberbio, pero es que además su intento de poner orden entre el rebaño maleducado, merece mi rendida admiración.
Ya sé que algunos consideran que fue un acto de soberbia y que en otros recintos de mayor enjundia igual no se hubiera atrevido. No lo sé, pero intuyo que sí lo hubiera hecho. Y, en cualquier caso, había que hacerlo.
Romper la magia del pianísimo inicial de las cuerdas y la entrada del coro, con el tiroriro inalámbrico no tiene perdón de Dios y justifica el parón y la vuelta a empezar. Pero que después de eso y de volverse el director hacia el público pidiendo ¡en dos ocasiones! que se apagasen los móviles, volviese a sonar, merece ejecución sumarísima. Me pareció una enorme deferencia de Noseda que decidiese volver al atril en lugar de plegar los bártulos y dejarnos plantados.
Y el ¡Viva Verdi! final, vergonzoso. No por el grito en sí, justificado por la exaltación verdiana que habíamos vivido, sino por el momento en que se hizo, con el director aún brazos en alto y las notas desvaneciéndose; prueba evidente de que el cafre gritador lo único que quería era que los aplausos finales no taparan su absurdo lucimiento. Si quería salir en los papeles, lo ha conseguido. La lástima es que no salga con un par de fotos, de frente y perfil, y una tablilla numerada debajo.
Noseda no creo que vuelva por estas tierras ni aunque se inaugure el aeropuerto de Castellón.
Respecto a los cantantes coincido totalmente contigo en tu análisis, aunque Abdrazakov me gustó más que a tí.
Y del plantón de Radvanovsky, pues qué te voy a contar. Una vergüenza más. Otra muestra evidente de que los gestores culturales se pasan al público por la misma entrepierna con ventosidad incluida. Ni una explicación, ni una excusa... nada. Como si hubiesen sustituido al tercer trompa. No parecen ser conscientes de que gran parte de la gente que fuimos anoche lo hicimos motivados por escuchar a la canadiense.
Aunque lo más triste es que el problema quizás sea que ni siquiera sepan si esa cantante de nombre raro es buena o no.
Un abrazo, amigo.
Perdona la extensión. ya casi que me ahorro el post.
Me rectifico a mí mismo, Radvanovsky es estadounidense, no canadiense, aunque viva en Canadá.
Viva Verdi.
Joaquim, si tu ho has passat fatal, imagina't els que estavem presents. Una cosa increible.
José Luis, me lo tomo a cachondeo, pero si hubieses visto la cara de Noseda... ahí no había nadfa cómico.
Atticus, te has lucido, un comentario que vale por una entrada y con el que estoy totalmente de acuerdo.
Titus,
Vaig creure que t'enviava un comentari ahir però o s'ha perdut o, el qués quasi el mateix, no ha sortit.
Més o menys et deia que el primer cop que vaig veure escrit el nom de Noseda, solament "Noseda" em vaig pensar que era japonés, per exemple Riuichi Noseda per batejar-lo com en Sakamoto. Després em vaig quedar perplexa en veure que es deia Gianandrea!
No he tingut el plaer d'escoltar res però és dels que tinc en ment i més després d'haver llegit el teu divertit article.
El tema dels mòbils, si m'ho permets, és vomitiu i a mi m'irrita enormement perquè no el puc entendre.
Bon cap de setmana i una abraçada!
Titus, excelente descripción de lo que ocurrió en el Requiem de Verdi. Sólo quería añadir, para ser algo positivo, que gran parte del público reaccionó de forma notable al acabar la obra y dar el merecido aplauso que hizo salir varias veces al Director, Solistas y Maestro del Coro. Espero que la reacción final del público haga que Gianandrea Noseda no nos ponga en la lista negra.
Saludos.
Glòria, et recomane de veritat escoltar qualsevol cosa de Noseda. I per superar el shock al veure que no és japonés, pots escoltar-lo dirigint l'orquestra de la NHK:
http://www.youtube.com/watch?v=5NswKdPtpt4
Una abraçada!
M.A., tienes razón, la mayor parte del público estuvo a la altura de las circunstancias, pero los que no lo estuvieron fueron tan molestos que acapararon el protagonismo. Ojalá Noseda se haya quedado con lo positivo y vuelva a visitarnos, pese a todo.
Saludos.
Si tots els directors actuessin com aquest (actitud que aplaudeixo amb “bravos” estrepitosos), segur que més d'un aniria més conscienciat i deixant de pensar que el món gira al seu voltant.
I contra aquests exaltats de torn que criden abans de deixar acabar d'interpretar una obra (em fan pensar amb els que van a missa i s'aixequen, s'agenollen o s'asseuen abans d'hora perquè es vegi que hi van sovint), no hauria estat malament que, en aquest cas i un cop acabada la interpretació, el director hagués fet callar un moment els aplaudiments del públic per dir: “Sí; viva, viva Verdi!!!..., ma el que ho ha cridato è un burro, i no me referisco al burro que s'expandi en las torratas a l'hora d'esmorzare, eh?”
Parlant seriosament, em sap molt de greu saber que passen aquestes coses i creu-me que comparteixo la vergonya de la resta del públic que de cap manera té perquè sentir-se titllat de mal educat per culpa de quatre gamarussos.
M'has fet riure amb ganes amb allò del "burro" i les "torratas".
Desgraciadament, els telèfons mòbils han entrat amb força a l'arsenal dels maleducats que, per alguna raó, insisteixen a anar a concerts, òperes i altres esdeveniments culturals que els importen un rave, afegint-se als tradicionals ventalls, les polseres i els caramels amb envoltalls sorollosos.
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