A estas alturas parece que ya está todo dicho sobre el Rigoletto de Les Arts, pero si creíais que eso os iba a librar de que os contara mi versión de los hechos, estábais equivocados. Hay que aprovechar cualquier ocasión para hablar de ópera en Les Arts mientras la haya.
Tenía muchas ganas de asistir a un Rigoletto en vivo, pues aunque es una de esas óperas sotacaballoreyescas que aparecen en los carteles cada dos por tres, a mí siempre se me había escapado. Quizá mis expectativas, después de haber escuchado y visto innumerables versiones en CD y DVD eran demasiado altas, quizá las cosas no acabaron de cuajar, o quizá tuve la mala suerte de que los momentos que más me gustan de la partitura no salieran del todo bien, pero lo cierto es que la representación de ayer no me dejó del todo satisfecho. No es que fuese un desastre, ni mucho menos. Es más, a pesar de ciertos errores graves, le daría un aprobado si me correspondiese puntuarla, pero ante una ópera de esta categoría un simple aprobado sabe a poco.
Pero empecemos por el principio. Ante todo, quiero hacer patente mi solidaridad con los trabajadores del Palau de les Arts, que se encuentran en una situación delicada debido a los inmisericordes recortes que siguen llevando a cabo los gobiernos central y autonómico. Los asistentes a la función de ayer tuvimos la ocasión de mostrar nuestro apoyo a este colectivo luciendo un lazo azul en la solapa, y me parece de justicia aprovechar la oportunidad que me brinda este blog para hacerme repercusión de sus reivindicaciones, que me parecen justas y sensatas. AQUÍ podéis leer el manifiesto que se distribuye a la entrada del Palau en cada función.
Pese a los recortes, la orquesta y el coro, en este caso solo masculino, siguen deslumbrando por su calidad. Lástima que no pueda decir lo mismo del director titular, Omer Meir Wellber, quien volvió a cometer los errores que ya son habituales en él. Se le va la mano con el volumen, tapando por completo a los cantantes en los finales de escena, acelera el tempo hasta que la orquesta se desboca y deja atrás a todos los cantantes y en todos los concertantes anda más perdido que un pulpo en un garage. Especialmente destacable en lo negativo fue el tercer acto, pues ni el cuarteto Bella figlia dell'amore ni el trío de la tormenta sonaron cohesionados. Y ambos números estan entre lo mejor de la ópera, de ahí mi ya mencionada insatisfacción. En su defensa, diré que se esfuerza en crear matices y que logra extraer sonidos muy bellos de la orquesta, pero aunque me gustaría, no puedo valorar su labor global de forma positiva.
De entre los cantantes, destacaría por encima de todo la Gilda de Erin Morley, una soprano ligera de timbre algo anónimo y volumen discreto que sacó adelante el papel con gran acierto, especialmente en el Caro nome, cantado con pulcritud y virtuosismo.
Juan Jesús Rodríguez, el barítono encargado del papel protagonista, fue el otro triunfador de la noche. Su instrumento posee la calidad y el fuste necesarios para hacer frente a los papeles verdianos más exigentes, pero tanto su canto como su actuación son excesivamente monolíticos. Un monolito muy bello y muy verdiano, pero monolito al fin y al cabo. Se agradecería algo más de variedad en el fraseo y en las dinámicas, pero tampoco vamos a ser excesivamente tiquismiquis: su canto, tal y como lo escuché yo ayer, es muy disfrutable.
Acabé desconcertado con el tenor siciliano Ivan Magrì. En el primer acto pude comprobar cómo su voz, dotada de un curioso tinte metálico algo ingrato, desaparecía en cuanto intentaba matizar o bajaba del mezzoforte. Y no exagero, fue tapado tanto por la esposa de Ceprano como por Gilda. Sin embargo, y a pesar del timbre, lo que se escuchaba cuando pasaba del mezzoforte me gustaba. Se perdió por completo en el Questa o quella, obligando a Wellber casi a detener la música para que pudiese retomar el hilo. Hilo que, segundos más tarde, volvió a perder. Esto mismo le pasó nada más y nada menos que en La donna è mobile, uno de sus momentos de mayor lucimiento. Y uno se pregunta, ¿cómo puede alguien perderse en La donna è mobile? Quizá sea debido a que su tendencia a quedarse sin fiato le imposibilitaba seguir el ritmo marcado por el director, aunque es solo una hipótesis. Bien, con estos mimbres, pensaréis, no puede salir un buen cesto. Sin embargo, para mi sorpresa, tanto en su aria Parmi veder le lagrime como en la consiguiente cabaletta Possente amor mi chiama estuvo más que bien, con un fraseo cuidado y expresivo y un agudo valiente que culminó con un diminuendo de gran clase. Se podría pensar que el tenor que cantó en el segundo acto era distinto al del primero y el tercero. Distinto y mejor.
Del resto del reparto, cabe destacar en lo negativo a un cascado Paata Burchuladze como Sparafucile y a una floja Adriana di Paola como Maddalena. Mucho peor estuvo el Monterone del barítono mongol Amartuvshin Enkhbat, cuya voz engoladísima y pesimamente proyectada apenas resultó audible.
En cuanto a la puesta en escena de Gilbert Deflo, a cargo en esta reposición de Beata Redo-Dobber, es innegable que es visualmente impactante, exagerada incluso, sobre todo en las escenas que transcurren en el palacio ducal. Gusta a los amantes de las producciones clásicas, un porcentaje mayoritario del público valenciano, pero si no nos dejamos deslumbrar por la magnificencia de los decorados y el vestuario descubriremos que la dirección de actores y la iluminación dejan bastante que desear y que se podría sacar mucho más partido de la escena. Además, el hecho de que el cambio de escena tras el primer cuadro, de apenas quince minutos, requiera parar la función durante media hora es algo inadmisible en pleno siglo XXI. Si tal pausa se debe a que los recortes en personal hacen imposible realizar el cambio en menos tiempo, deberían haber rechazado esta puesta en escena, o en todo caso haberla modificado para evitar esto. Y si es inevitable, esta puesta en escena debería ser retirada de la circulación por obsoleta, por muy bonita que sea.
7 comentarios:
Pues en la representación del viernes Wellber estuvo bastante bien, si exceptuamos el primer cuadro y el cuarteto. El tenor es bastante interesante, tiene muchas cosas buenas, lástima que no tuviera su día. Me alegro que volviera a cantar Morley, junto con J.J. Rodríguez es lo mejor de este Rigoletto. Tienes múchisima razón en lo que dices del barítono, debe esforzarse en el futuro por perfeccionar tanto el movimiento escénico como la intención expresiva, daría el salto que diferencia un buen Rigoletto de otro excepcional. A ver si podemos coincidir en las próximas óperas.
Pues no entiendo a qué se debe esa irregularidad en Wellber. Los cantantes tienen días buenos y días malos, pero un director debería mantener una línea estable. El domingo, desde luego, estuvo mal.
Creo que estaremos un tiempo sin coincidir en ninguna ópera, ya sabes que hay un futuro tenor cuya llegada al mundo es inminente.
No entiendo porque le buscan explicaciones a Wellber. Es malo y punto. No se puede sacar nada de donde no hay. Lo bueno que oímos de la orquesta no es por él, es por lo excelentes que son los maestros de la orquesta. Wellber donde va, la caga siempre. Y perdonen Uds. la ordinariez de mi expresión.
Gente del Palau me comentó que el cambio del primer cuadro al segundo se realizaba en el teatro Wielki por 30 personas en 8 minutos sin que el público saliera de la sala. Con el recorte de personal en les Arts lo realizan 8 personas y tardan 23 minutos!!!!
El resultado final con 3 entreactos de 30 minutos es absurdo.
Illicopresto, aunque básicamente estoy de acuerdo en que con Wellber nos la han colado, no se le puede negar que intenta sacar sonidos bellos y matices, cosa que no todos los directores que han pasado por el podio de Les Arts han hecho. Netopil, sin ir más lejos, no lo hacía, y la orquesta era la misma.
Nibelungo, gracias por la información. Ya me imaginaba que sería algo así. El resultado es inadmisible.
Pues lo que se le olvidó a la "gente del Palau" comentar es que el escenario del Teatro Wielki es muchísimo más grande tant0 en altura como en anchura. Y lo de 8 minutos es mentira. La mismísima directora ha comentado que en Polonia se hacía en 18 minutos. Para quien sabe de teatro y de escenarios, 1 metro más, 1 metro menos, puede significar 10, 15 minutos más de cambio. Dependiendo, claro está, de las características de la escenografía. La misma producción (la original, la buena, que está en la Scala) no está hecha en trozos y allí tardan 10 minutos para el cambio con 32 técnicos. Por supuesto estoy de acuerdo que en una ópera como Rigoletto, infligirle al público una pausa de media hora después de 15 minutos de música es una salvajada impresentable. Una vez más, la mala gestión es la culpable de todo esto. Si hay recortes, bajas, etc. no se debería hacer como si no pasara nada y traernos esta bazofia casposa, con todos los problemas que tiene. Así nos va.
Pues sí, se podían haber ahorrado esta producción, que para una ópera como Rigoletto debe haber mejores, más baratas y más cómodas de montar.
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